El hombre siempre ha tenido una estrecha relación con la tierra de la cual ha obtenido productos para satisfacer sus necesidades más apremiantes. Desde hace mucho tiempo tiene el convencimiento de que el suelo es el recurso vital, ya que es el medio donde se produce el crecimiento de las plantas; además de que solo es renovable en parte, por lo que su deterioro origina un impacto negativo al desarrollo de los seres vivos .
Desde el punto de vista geológico el municipio de Ipiales está constituido por diferentes tipos de rocas ígneas, metamórficas y sedimentarias, cubiertas en grandes extensiones especialmente en los pisos frío y medio, por gruesos depósitos de cenizas volcánicas, lo cual reviste de gran importancia en la formación de estos suelos.
Teniendo en cuenta algunos factores formadores de los suelos como relieve, material parental, clima y vegetación, se tomó como base la clasificación de Alonso López H. (IGAG. 1988) encontrando los siguientes tipos de suelos.
A. Suelos de piso térmico muy frío y muy húmedo.
Los suelos que están bajo la influencia de este clima se ubican a alturas entre 3.000 y 3.500 m.s.n.m. y corresponden a la zona montañosa escarpada y fuertemente ondulada, los cerros la Quinta, Troya, El Cultún, Francés, Palacios, páramo de Mueses y Cordillera Palacios, cuyas precipitaciones promedios anuales es de 2.000 mm y temperatura de 8 a 12 ºC.
Por ser una zona en donde tiene lugar el nacimiento de muchas fuentes de agua debe ser tratada con especial cuidado, mucha de la vegetación natural ha sido destruida en grandes extensiones para adaptar tierras a la ganadería y a la agricultura especialmente con cultivos de papa.
En términos generales, estos suelos son muy ricos en materia orgánica, pero muy ácidos y pobres en elementos esenciales para el crecimiento de las plantas cuando evolucionan a partir de cenizas volcánicas son profundos y de texturas francas a franco-arenosas, pero cuando evolucionan a partir de otros materiales son de texturas variables y frecuentemente limitados por estratos rocosos muy cerca de la superficie.
A esta zonificación pertenecen las veredas de Téquez, La Orejuela, Yaramal, Cutuaquer Alto, La Floresta, El mirador, El Salado, San Jorge y La Estrella.B. Suelos de piso térmico frío húmedo y muy húmedo.
Estos suelos se ubican entre los 2.000 y 3.000 m.s.n.m. especialmente en los valles suaves y fuertemente ondulados como el caso de El Pun, Cultún y San Francisco; al igual que algunos espacios de la vertiente andina en donde predomina el bosque nativo.

Bosque nativo en Ipiales. Foto por Artur Coral-Folleco. 2006
Son comunes en esta área los suelos profundos, de texturas francas o franco arenosas, ricos en materia orgánica originados a partir de cenizas volcánicas, rocas sedimentarias y depósitos coluvio-aluviales como producto del arrastre de partes altas a las zonas planas. De igual manera, se encuentran en forma abundante suelos de diversas texturas y profundidades radiculares evolucionados a partir de otros materiales, bien sea de naturaleza ígnea, metamórfica o sedimentaria.
Los suelos son ácidos y varían de profundos a superficiales, de medios altos en contendidos de materia orgánica y de pobres a moderados en elementos esenciales para el desarrollo de los cultivos.
A este grupo pertenecen los suelos de las veredas de El Salado, El Cultún, San Antonio, La Palma, Villa Moreno, El Teliz, El Arrayán, Villa Flor, San José, La Victoria, Pénjamo, San José Bajo, Esfloria, Azuay, San Jorge y La Estrella, los cuales poseen una textura arcillosa limosa, PH promedio de 5.55. Estos suelos ubicados en terrenos muy regulares y unido a la tala del bosque están siendo sometidos a un deterioro muy marcado, presentándose la erosión en surcos.
El drenaje en estos suelos es lento con peligro de inundación y encharcamiento, especialmente en los períodos de lluvia entre los meses de mayo y agosto, provocando un lavado continuo de los nutrientes, dando como resultado suelos lixiviados y de baja productividad.
En esta área es usual por parte del campesino sembrar a lo largo de la pendiente, para evitar el encharcamiento y propiciar el drenaje, aunque no es lo más aconsejable, porque se acentúa más el lavado de los nutrientes y a la vez provoca movimientos de remoción en masa superficiales.
C. Suelos de piso térmico frío seco.
Al igual que los suelos de clima húmedo y muy húmedo, estos se ubican en las alturas de 2.000 a 3.0000 m.s.n.m., incluyendo el altiplano de Ipiales; las temperaturas fluctúan entre 12 y 18 ºC y las precipitaciones están al rededor de 1.000 y 1.500 mm.
Los suelos son menos ácidos y más ricos en elementos esenciales para los cultivos, especialmente calcio, magnesio y potasio con bajo contenido de fósforo a diferencia de los indicados anteriormente.
Tienen múltiples variaciones en cuanto a texturas, riqueza de materiales orgánicos y profundidad efectiva. Su uso en la actividad agropecuaria está determinado de acuerdo a los productos de mayor productividad y demanda.
Los procesos erosivos son significativos y están representados principalmente por patas de vacas, surcos y cárcavas. Son de este grupo las veredas de Loma de Zuras, San Juan, El Rosal, Los Camellones, Yanalá Centro, Yanalá Alto, Laguna de Baca, La Soledad, Las Cruces, Guacuán, Chaguaipe, Chiránquer, Inagán, Chacuas, Cangal, El Placer, Tola de Las Lajas, La Cofradía, Yapueta, Urambud, Tusandala, Las Animas. 12 de Octubre, Los Marcos, Santafé, Puente Nuevo, El Rosario, Cutuaquer Bajo, Cutuaquer Alto, Téquez, La Orejuela, Yaramal y La Floresta.

Vista del suelo en la via Ipiales-Las Lajas. Foto por Artur Coral-Folleco. 2006.
D. Suelos de piso térmico templado húmedo y muy húmedo.
Los suelos que evolucionan bajo la acción de este clima se localizan entre las alturas de 1.000 y 2.000 ms.n.m., y comprende parte de los suelos de vertiente Andina y Pie de monte Oriental; con relieves predominantes de quebrados a suaves. Las temperaturas varían de 12 a 18 ºC. La lluvia es un factor determinante cuyas precipitaciones oscilan de 2.000 a 4.000 mm.
Se presentan horizontes orgánicos negros y pardo oscuros, sobre horizontes minerales de color amarillento, textura aparentemente limosa, muy sueltos y extremadamente hidratados, de sensación jabonosa muy desaturados por un proceso de lixiviación desarrollada.
El aprovechamiento de estos suelos es limitada por el clima extremadamente lluvioso y por sus propias características de fertilidad natural y por el relieve abrupto en que se desarrolla.
E. Suelos de piso térmico cálido húmedo y muy húmedo.
Los suelos que se desarrollan bajo estas condiciones se ubican en el Pie de Monte Oriental. Comprenden alturas entre 300 y 1.000 m.s.n.m., relieves de quebrados a escarpados.
Las condiciones especiales del clima y la precipitación han dado lugar para el desarrollo de una exuberante vegetación. Los suelos de pie de monte oriental son originados por depósitos aluviales, muy ácidos y fácilmente inundables en épocas de invierno. Sin embargo cuando se ha tumbado el bosque y se quema los nutrientes almacenados durante mucho tiempo, en la fase orgánica del suelo se hacen súbitamente solubles y se pierden por el lavado. La poca materia orgánica que se mezcla con la parte mineral para formar el horizonte superior se descompone rápidamente por efecto de las altas temperaturas y la humedad, por lo tanto el suelo se empobrece rápidamente ( Bodero, 1988 ).
"Otra clasificación de suelos la presenta el manual 210 del Servicio de Conservación de Suelos de los Estados Unidos, esta entidad clasifica a los suelos en clases y subclases, con algunas modificaciones establecidas por la Subdirección Agrológica. Para esta clasificación se tienen en cuenta las características morfológicas de los suelos, la interpretación de sus características físicas, químicas y mineralógicas, las variaciones topográficas, algunos problemas ecológicos e hidrológicos y diversos factores humanos.
Las clases de capacidad, agrupan suelos que presentan el mismo grado relativo de riesgos o limitaciones; muestran la ubicación y aptitud general de los suelos para la agricultura. Las clases de suelos por capacidad son ocho (VIII) y se designan por números romanos del I al VIII, según el grado de limitaciones que presenten " (Estudio General de suelos del Suroriente del Departamento de Nariño. IGAG. 1989).
Según UMATA, IGAG y CORPONARIÑO, los suelos del municipio se clasifican en las siguientes clases.
La clase II corresponde a suelos con relieve plano, casi plano, moderadamente inclinados a ondulados, con pendientes inferiores al 12%, erosión máxima en un 20% del área, de moderadamente profundos a muy profundos, con pocas piedras que no imposibilitan las labores de la maquinaria; drenaje natural bueno moderado, encharcamientos si se presentan con duración no mayor a 15 días.
Estos suelos presentan aptitud para la explotación intensiva de cultivos temporales con énfasis especial en cultivos mixtos y/o asociados. Tienen un PH. ligeramente ácido, bajo contenido de bases y fósforo aprovechable. Requieren prácticas de manejo más cuidadosas, con el empleo de fertilizantes, correctivos, abonos, rotación de cultivos y adecuadas prácticas de control de erosión.
En esta clase de suelos se incluye la vereda Urambud y una mínima parte corresponde a Cutuaquer Alto, El Placer y Chacuas.
Clase III, corresponde a suelos ondulados o inclinados con pendientes menores al 25%, con presencia de erosión ligera hasta el 30% del área, profundidad del 12% y pedregosidad en pendientes entre el 12 y 15 %, se caracterizan por tener un PH. de 5 a 6, la salinidad no excede al 30% para suelos salinos o salinos-sódicos; de buen drenaje con aptitud a la explotación pecuaria, aunque actualmente dedicados a la agricultura especialmente a cultivos de trigo, cebada, papa y maíz.
Estos suelos requieren prácticas de control de erosión, labranza mínima, rotación de cultivos, fertilización, obras de drenaje en áreas que presenten encharcamiento en épocas de lluvias.
Las veredas que se incluyen en esta clase son: Loma de Zuras, San Juan, El Rosal, Las Cruces, Cangal, Cofradía, Yapueta, Los Marcos, Puente Nuevo, Yaramal, Cutuaquer Alto y parte de la vereda El Rosario.
Clase IV. Son suelos con pendientes similares a la clase III. Erosión con grados más altos que los de la clase anterior: Ligera hasta 40%, moderada hasta el 20% y severa hasta el 10% del área, profundidad efectiva de muy superficial a muy profunda; pedregosidad similar a la de la clase II. PH., ligeramente ácido o neutro, bajo contenido de fósforo, salinidad hasta un 40% para suelos salinos sódicos; con presencia de piedra en el perfil; muy susceptibles a la erosión, su aptitud es esencialmente ganadera, con adecuadas prácticas de conservación del suelo, rotación de potreros, fertilización y drenajes.
Poseen este tipo de suelos las veredas aledañas al Cañón del Guáitara desde Rumichaca hasta San Juan, en las cuales no se hace uso adecuado de los suelos, puesto que se debería conservar la vegetación nativa para evitar la erosión. Se incluyen en esta clase las veredas: Santafé, Yanalá Centro, Yanalá Alto, Llano Grande, Tola de Las Lajas, Cofradía, Guacuán, Chiránquer, Inagán y parte de la vereda El Rosario.
Clase V. Corresponde a suelos ligeramente ácidos, con condiciones adecuadas para la solubilidad de la mayoría de los nutrientes y para el crecimiento de toda clase de cultivos. Tienen un relieve cóncavo con pendiente de 1 a 3%, está compuesto por suelos en su mayoría orgánicos y en menor proporción suelos minerales; los que se han originado de cenizas volcánicas, sobre arenas. Los suelos orgánicos están constituidos por fibras vegetales en incipiente grado de descomposición, presentan drenaje pobre o pantanoso, encharcable.
La mayoría de estas tierras no tienen ningún uso agropecuario durante los períodos lluviosos, solamente en áreas muy pequeñas se encuentra ganadería de leche y pastoreo; en los meses de verano se pueden aprovechar en ganadería, la adecuación de estas tierras es posible mediante la construcción de una red intensa de drenajes. Estos suelos se encuentran en las veredas: El Salado, San Antonio y La Palma (Sector La Victoria).
Clase VI. Son suelos con relieve fuertemente quebrado y escarpado, con pendiente entre 25 a 52%, con presencia de erosión ligera hasta un 60%, moderada hasta un 30% y severa hasta un 10%. Son moderadamente profundos o superficiales, con buen drenaje y aptitud para la ganadería de leche, ceba y levante o para cultivos permanentes o semipermanentes en combinación con especies forestales de tipo protector, productor, ocasionalmente en lugares que no presenten susceptibilidad a la erosión, se pueden explotar cultivos temporales con adecuadas prácticas de conservación de suelos .
Las veredas que hacen parte de esta clase de suelos son: Los Camellones, Laguna de Baca, La Soledad, Parte de las veredas: El Cultún, El Teliz, El Arrayán, Villa Flor, San José Alto, La Victoria, La Esfloria, El Azuay, Villa Moreno, San José Bajo, Pénjamo, San Jorge y La Estrella.
Clase VII. Son suelos con relieves muy escarpados; con pendientes mayores del 50%, afectados por problemas de erosión ligera hasta en un 30%, superficiales a profundos con muchos limitantes para el aprovechamiento de cultivos temporales, por lo que requieren de un manejo cuidadoso, especialmente en lo concerniente a la conservación de cuencas hidrográficas.
La vegetación natural es de asociaciones de paja, frailejón, mortiño, moridera y vida silvestre en general; solo en algunos sectores planos se cultiva papa y otros tubérculos, estos suelos no son adecuados para las prácticas agrícolas; son suelos ácidos, con capa arable bastante delgada que permite 1 ó 2 cultivos; de esta manera sin vocación agrícola, lo más conveniente es su conservación como fuentes hídricas. Tienen estos suelos las veredas que presentan alturas superiores a los 3.000 m.s.n.m. como: El Mirador, Téquez y La Orejuela.
Clase VIII. Son suelos con severas limitaciones para cualquier actividad productiva, agropecuaria, de suerte que su vocación solo debe orientarse a recreación, deporte, vida silvestre o abastecimiento de agua. En las zonas que se presentan son generalmente reservorias de aguas lluvias que alimentan fuentes de agua que nacen en los páramos. Por esta razón deben convertirse en zonas de reserva con el fin de garantizar su conservación.
Estos suelos se presentan en las estribaciones de la cordillera Centro Oriental, en el nacimiento de las fuentes hídricas de la vertiente del río Guáitara y de la vertiente Andino-amazónica. Se localizan en zonas con alturas superiores a 3.400 m.s.n.m., es decir lo que corresponde a supra-páramos.
Se distinguen en esta clase las veredas: Téquez y partes altas de El Cultún, El Teliz, El Arrayán, Villa Flor, El Azuay y La Esfloria, veredas en las que se presentan los páramos de los cerros Troya, La Quinta, El Cultún, el páramo de Mueses, cerros Francés y Palacios. Además de las clases anteriores encontramos suelos de montaña, suelos de vertiente y suelos de pie de monte oriental.
F. Suelos de montaña.
Corresponden a las partes más altas del municipio de Ipiales y son "suelos poco o nada evolucionados, constituidos por materiales primarios como gravas, arenas sin alterar, suelos de textura gruesa, arenosa, de color pardo claro, de PH. neutro o ligeramente alcalino, suelos derivados de ceniza volcánica con régimen de temperatura frío y muy frío, pardo oscuro en la superficie y amarillos en la profundidad, sueltos, inestables, muy húmedos y esponjosos al tacto, de baja fertilidad, a menudo con aluminio tóxico, con fuerte susceptibilidad a la erosión, especialmente en las fuertes pendientes". (Bodero, 1988: 198).
Con relación a la parte del bosque no intervenido, esta zona se caracteriza por presentar suelos de vertiente y suelos de Pie de Monte Oriental cuyas características se expresan en los suelos de vertiente y de pie de monte.
G. Suelos de vertiente.
Corresponden a suelos en donde la lluvia es un factor determinante, se han desarrollado sobre ceniza volcánica y presencia de roca dura. Presentan horizontes orgánicos negros y pardo oscuro sobre horizontes minerales de color amarillento, textura aparentemente limosa, muy sueltos y extremadamente hidratados, de sensación jabonosa al tacto, muy característico, muy desaturados por un proceso de lixiviación muy desarrollado.
H. Suelos de Pie de Monte Oriental.
Las condiciones especiales de clima y precipitación han dado lugar al desarrollo de una exuberante vegetación, los suelos de pie de monte oriental son originados por depósitos aluviales muy ácidos y muy fácilmente inundables en época de invierno, sin embargo, cuando se ha tumbado el bosque y se quema, los nutrientes almacenados durante mucho tiempo, en la fase orgánica del suelo, se hacen súbitamente solubles y se pierden por el lavado.
La poca materia orgánica que se mezcla con la parte mineral para formar el horizonte superior se descompone rápidamente por el efecto de las altas temperaturas y la humedad, por lo tanto el suelo empobrece rápidamente (Bodero, 1988: 200).
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